Esto pasará sin duda, pero no volveremos a donde estábamos…
En el año 2020, en pleno centenario de la muerte del inmortal Benito Pérez Galdós, máximo exponente de la novela realista, nos hemos visto sacudidos (sorprendidos, cual Vulcano en su fragua) por otra realidad inusitada: la erupción de un volcán, donde la lava ha acabado arrasando, el humo no nos ha dejado disipar un posible camino de escape y la nube tóxica ha ahogado todo intento desesperado por eludir el impacto vital que nos acometía en toda nuestra esencia.
En el Deporte, como en la vida…, las cosas han cambiado…y mucho…y demasiado rápido, pero además de una forma irreversible en muchos de sus parámetros (los que considerábamos como tales, hasta hace poco más de un año natural). Con toda esta vorágine se ha provocado, un verdadero “agujero negro” (Fernando París, dixit) que ha invadido a sectores e industrias del deporte, al negocio, a la gestión, a los hábitos de practicantes y consumidores, a las nuevas formas de trabajo y su organización, así como ha quedado patente, la obsolescencia de los modos de relacionarnos en lo laboral, en lo familiar, en lo interpersonal, en lo profesional…
Sin tiempo para su digestión, hemos aprendido desde casa, a ser autodidactas, a tele-trabajar, a pasar más horas con las personas con las que convivimos, a dividir en nuestro imaginario lo que antes estaba perfectamente ordenado y orquestado: los tiempos de ocio y trabajo, de desplazamientos, de relación, etc…
Se han resquebrajado todas las estructuras del deporte, poniendo a prueba su resiliencia, y es por ello que se nos plantea una nueva (y por qué no decirlo ahora…) “deseada” arquitectura con la que modernizar nuestro oficio y desempeño: un nuevo modo de ver, ser, sentir y organizar el DEPORTE en una nueva Sociedad.
Y todo esto…, sin anestesia, sin tiempo de adaptación, “a corazón abierto”. Con una inmediatez desconocida y despiadada, se nos ha exigido a todos una nueva agenda personal, profesional, social y política en relación al Deporte post covid, el cual pasa por la revisión del control y gobernanza del deporte, por la regeneración de los servicios, de las ofertas y actividades del sector público, y de un reposicionamiento urgente y cruel, que el sector privado necesita. Y desde luego, con la implicación aliada y cómplice (parece que por fin cierta) de la Salud, la Prevención y la Educación; pero que también deber ser extensiva a la Economía, la Sostenibilidad, los Valores Pedagógicos, Humanistas y Sociales que implica el “ser deportivo”. Todo ello, en un nuevo hábitat sensible a la cohabitación de lo público con lo privado, pero también al revés, de lo privado con respecto a lo público, que no es momento de cismas. Como tampoco lo es, ni hay tiempo ya, para reencontrarnos con el viejo Deporte sectorizado, aislado y residual de antes, sino de integrarlo y hacerlo holístico porque el momento es global, más global que nunca…
Aún ahora, y tras un año de pandemia, hay verdadera dificultad para conocer certeramente los daños e impactos (definitivos y no definitivos) a nuestro Deporte; así las cosas, se me antoja un Plan de Rescate del Deporte español, con una nueva financiación y fiscalización, aflojando los gravámenes de lo que es una solución asistida y complementaria a otras tantas medidas auspiciadas desde la Salud, la Economía, la Educación, el Turismo y la Cultura.
Es también el momento del tercer sector, pero más maduro, más profesionalizante y valiente que nunca, incluso aboliendo la falta de utilidad de esas mal llamadas estructuras de base, más cercanas a quienes emulan parecerse sin éxito, a un club de alto rendimiento que a una entidad de promoción y práctica deportiva útil, que es para lo que fueron creadas.
Asistimos pues, sin piedad, a la extinción atropellada del club de base (¿otro Plan de Rescate?) al que tanto y mucho, muchos de nosotros debemos. Fue la Base, con mayúsculas, sobre la que pivotó todo el Deporte pre-covid. Herido ya de antes y ahora huérfano de los dos padres y que tendrá, no ya difícil, sino más bien imposible su supervivencia en la nueva realidad.
Hay que preparar (tenemos que prepararnos) desde las profesiones del deporte a una nueva generación de gestores y gestoras, con un catálogo de capacidades y habilidades, un corpus de conocimientos nuevos y adaptados a un momento y estado nuevo; que el anterior está a la deriva….y ni está ni se le espera.
Irremisiblemente aliados con las nuevas tecnologías (que por cierto, ya no son tan nuevas), con las plataformas digitales y las herramientas de gestión necesarias, para dirigir, planificar y enfocar un nuevo deporte en la sociedad: más cercano al individuo que a la masa, más útil y experiencial que espectacular, más localizado en los espacios públicos y abiertos (esto requiere reorganización de territorios, ciudades y servicios), más sostenible que contaminante, tanto por parte de los eventos, como de los servicios y sus suministros y manufacturas, e igualmente un deporte más ecológico en cuanto a valores, transparencia e higiene deportiva.
Y a modo de “un viento fresco”…, una noticia: la reciente declaración (merecida, pero tardía) por parte de los poderes públicos y de representación, para reconocer el carácter de esencialidad de la actividad física y al Deporte en medio de esta crisis sanitaria del Covid 19.
No obstante, y es mi opinión, si algunos piensan en recobrar la vida anterior, el efecto de la desescalada, la vuelta a la normalidad, etc…, por mi parte, me sitúo más en una reinvención que en una rehabilitación de nuestro modelo deportivo.
Esto pasará sin duda, pero no volveremos a donde estábamos…
Y al terminar, una realidad, un reto y un miedo: los e-sports, pero eso será en otra reflexión.
Víctor Romero